Tríptico de la tierra by Mercè Ibarz

autor:Mercè Ibarz [Ibarz, Mercè]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-18T00:00:00+00:00

9. LA AZADILLA

Madre e hija iban por la carretera que separaba el pueblo de la huerta, el lecho cultivable del río que a Irene siempre le hacía pensar en las épocas remotas y mal conocidas de la dominación árabe. Estaban lejos de las grandes capitales históricas de la morería, pero allí delante tenían la huerta, soberana. Solo había logrado dar con unas cuantas pistas no eclesiásticas de la historia local en una enciclopedia geográfica, a ver cuándo encontraba tiempo para buscar en los archivos y el papeleo de ultratumba. El viejo castillo se había levantado como presente del capitoste moro al capitoste cristiano que iba a sucederlo. La historia de los capitostes es frustrante sin remedio: siempre acaba donde empieza a ser sugerente. ¿Qué se sabe de los judíos de la época? ¿No tenían capitoste? ¿Financiaron el castillo o quizá pagaron la expedición cristiana? ¿Era el castillo de nueva planta o era la anécdota histórica una forma rebuscada de decir que los moros habían perdido, y mucho? ¿Había sido durante el mismo mandato cuando los árabes, entre batalla y batalla de defensa de la frontera, habían canalizado la huerta con una exactitud geométrica todavía hoy impresionante? Las preguntas se le sucedían en el flujo del pensamiento como una barrera a las sensaciones contrapuestas y dominadoras que se le habían presentado —igual que ahora se le presentaban las preguntas— desde que había llegado a Salavai el día antes. Su madre andaba deprisa hacia el huerto del abuelo, como si cumpliera una misión. Sin la misma determinación, Irene la seguía.

Ajustaba el paso al de Elvira y las preguntas recorrían la casa desordenada de su pensamiento sin llamar a la puerta. ¿En qué se había convertido aquel territorio después de las luchas feroces de la Edad Media? Cuando los árabes y los judíos estaban ya o muertos o expulsados o humillados, cuando los cristianos que habían sobrevivido dejaban de ser únicamente carne de batalla y sustituían a los árabes en el cultivo de la tierra, cuando tanta población —hombres y mujeres más viejos que jóvenes, criaturas que morían como moscas— estrenaba la condición de renegada (del islam, de la fe de Abraham), ¿cómo siguió la vida? El hilo evasivo del mapa interno de Irene la llevó sin transición a recordar a la inglesa de Zagreb, médica, que había pasado años en Londres practicando abortos, intervenciones legales a las que daba consentimiento desde cualquier punto de vista.

—Pero hacerlo una y otra vez, año tras año…

Jane no acabó la frase. Era una de tantas mujeres activas y autónomas que temían que las malinterpretaran. Sobre todo cuando hablaba con otra mujer de mobiliario mental similar, una hermana, por así decirlo. Como esa periodista que recorría en silencio lo que había sido Yugoslavia, haciendo poquísimas preguntas, preocupada por no poder entender las lenguas de la primera línea del frente de aquella guerra: las casas y las calles.

Jane se cuidaba con gracia de las impotencias del lenguaje. Hablaba de los tiempos abortistas de Londres con desenvoltura. Preguntar qué pasaba con la vida era una solemne estupidez y probablemente del todo hipócrita.

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